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Incapacitados permanentes sociales (parados – inactivos – abandonados)

Me preguntan que segmento de desempleados está en peor situación y respondo sin pensarlo: “los incapacitados permanentes sociales”.

La cifra de I. P. S. sobrepasa en España los tres millones de personas.

Estas personas son aquellas, que han abandonado la búsqueda de trabajo y empleo porque han perdido toda esperanza, ubicándose en el colectivo amplísimo de inactivos, a las que hay que sumar todas aquellas personas que aún siguen luchado por encontrar empleo, pero que saben que nunca lo van a encontrar.

Quizás, un ejemplo aclare el concepto: Un trabajador de cualquier pueblo de Andalucía con 50 o más años que ha perdido su trabajo por cualquier causa y que se pone a buscar trabajo y comprueba que es imposible ponerse a trabajar, porque en su pueblo hay mucho paro, porque el trabajo que le ofrecen es de bajísima calidad en todos los sentidos, porque necesita una recualificación profesional que está fuera de su alcance y algunos porque más.

Transcurridos los años del paro a los que tenía derecho, se encuentra con que sigue en paro, que carece de ingresos salvo las pocas ayudas que recibe y que le es imposible encontrar un trabajo a pesar de todos sus esfuerzos, pasando así a engrosar la cifra de los que llamo incapacitados permanentes sociales.

Estos trabajadores han caído en el olvido, pasando a formar parte de una legión invisible social y políticamente.

El nombre surgió al llevar un asunto de incapacidad permanente, reclamando ante el Juzgado de lo Social una incapacidad total para su profesión habitual, que al trabajador que asistía como abogado, le había sido denegada por la Seguridad Social.

En la defensa del trabajador una de mis alegaciones fue, que el trabajador le era imposible encontrar trabajo con la lesión que sufría no solo por ella misma, sino, también, porque la tasa de paro del pueblo superaba el 35%, porque ninguna empresa de la zona ofertaba un trabajo que pudiera cubrir el productor y algunos porque más, que llevaban a la conclusión de que nunca encontraría trabajo. En este caso el Juzgado de lo Social estimó, que existía un supuesto de incapacidad permanente para la profesión habitual del trabajador, citando entre las causas en que basaba su sentencia toda la problemática del paro y del empleo en la zona, que razonablemente impedían al trabajador encontrar empleo. La sentencia no fue recurrida por la Seguridad Social, haciéndose firme con todos su efectos en favor del productor.

Entonces, acepté, sin dudarlo, la denominación de -trabajadores permanentes sociales- para ese amplísimo colectivo de personas, a las que circunstancias sociales como las señaladas (no las únicas) imposibilitan que surja un puesto de trabajo posible para esa persona.

Creo, haber contestado razonablemente a mi lector, aunque, sin duda, cabría una exposición más amplia, pero para una respuesta rápida y limitada por espacio, entiendo que puede ser suficiente.

N.B. Es conocida mi opinión, de que el paro es uno de los grandes problemas olvidados de España (de Andalucía por supuesto), quizás, por ello, el tema de los que llamo Incapacitados Permanentes Sociales me preocupa en extremo, pues no solo son parados e inactivos, sino que, además, están abandonados.

En mi opinión el extremo más deplorable del paro y una vergüenza social y política.

Lo peor de todo, es que ningún poder público pasado o presente, ha adoptado ninguna medida al respecto para proteger y asistir a este amplio colectivo de personas, la prueba del nueve negativa está, en que ni la Reforma Laboral del Sr. Rajoy y su Ministra Srª. Báñez (tan injustamente alabada) se ocupó del asunto, y, que, curiosamente, la nueva Reforma Laboral de la Ministra de Trabajo, Srª. Yolanda Díaz, tampoco ha cubierto a este colectivo de trabajadores olvidados, que es una de las causas por las que estoy en completo desacuerdo con ambas reformas.

Córdoba, a 12 de febrero de 2022

Fdo. Enrique García Montoya

Abogado ICA-Córdoba. Inspector de Trabajo y S. S.

P. D. Dedicado a mi nieto que hoy cumple dos años y se llama Gonzalo, que en Córdoba es algo que imprime carácter.